sábado, 15 de enero de 2011

Teoría del Conocimiento de Descartes

El Método

Para Descartes existe un único saber. Las distintas ciencias y conocimientos no son más que expresiones parciales de ese único saber. El saber es uno, pero se despliega en distintas ciencias. La unidad del saber permite a Descartes considerar que ciencias como la Matemática o la Física son saberes con la misma naturaleza que la Filosofía. Y, por tanto, si las ciencias progresan en el conocimiento, la Filosofía también lo puede hacer.
El saber es único porque la Razón, facultad que posibilita el saber, es, a su vez, única. En consecuencia, concluye Descartes, si hay un único saber y una única razón bastará, un único método para enseñarnos a usar correctamente la Razón y alcanzar el conocimiento en el cualquier ámbito. El mismo método debe valer para estudiar todas las diferentes manifestaciones del saber: Matemáticas, Física, Filosofía, etc.
Para encontrar el método que dirija correctamente nuestra razón debemos primero, piensa Descartes, conocerla (del mismo modo que si queremos escribir las instrucciones de uso de un electrodoméstico, primero es necesario que conozcamos los elementos que lo componen y su funcionamiento).
En el estudio que realiza Descartes para conocer la estructura y funcionamiento de la razón cree descubrir que nuestra razón tiene dos modos de conocimiento.
El primero sería la Intuición. La define como una “luz o instinto natural” que tiene por objeto naturalezas simples. El conocimiento que nos ofrece la intuición es la captación de conceptos simples, que aparecen en nuestra misma razón (no vienen del exterior), y de cuya verdad no tenemos ninguna duda. Todo nuestro conocimiento nace y se extiende posteriormente desde estas primeras ideas simples (axiomas) captadas por la intuición.
La expansión del conocimiento es posible gracias al segundo modo de conocer que posee la razón: la Deducción. La deducción “juega”, combina, encuentra conexiones entre los conceptos simples y nos permite extraer de ellos nuevos conocimientos.
Descartes una vez que ha estudiado y conoce la estructura y la dinámica interna de nuestra razón, está ya capacitado para formular el Método. No se trata de un método arbitrario, sino que será reflejo de la naturaleza de la razón que ha descubierto en el análisis antes realizado.

El Método de Descartes (Método cartesiano) tiene cuatro reglas:

1) Evidencia: no admitir como verdadera ninguna idea que no se presente a mi mente como clara y distinta, es decir, de forma evidente.
2) Análisis: descomponer los problemas que se me planteen hasta llegar a sus partes más simples.
3) Síntesis: a partir de los elementos simples reconstruir deductivamente las cuestiones complejas.
4) Revisión o enumeración: realizar revisiones periódicas de las cadenas deductivas que desarrollemos para estar seguros de no caer en el error.

Las reglas de este método guardan una íntima conexión con los dos modos de conocer que Descartes había reconocido en la Razón. Las dos primeras reglas están vinculadas con la Intuición. Nos hablan de características que hemos definido como propias de esta: evidencia y simplicidad. La tercera y cuarta regla apelan a la aplicación de la deducción a partir de ideas simples y a la revisión de este proceso.
Descartes con la formulación de este método, fundado en la razón misma, cree haber hallado el instrumento que nos permitirá conducir rectamente la razón y alcanzar todo el conocimiento.


La Duda metódica

Una vez formulado el método sólo queda empezar a aplicarlo. ¿Cómo? Pues, atendiendo a la primera regla, la regla de la evidencia. Esta regla viene a decir que no admitamos como verdad nada que no sea evidente, es decir, que no aparezca en nuestra mente de forma clara y distinta. Nos está pidiendo que sometamos a examen todo conocimiento para comprobar si cumple con esta regla. Debemos poner en cuarentena todo el conocimiento hasta que le demos el visto bueno, en el caso de que sea evidente. En otras palabras la primera regla del Método nos incita a que dudemos de todo conocimiento hasta que demuestre ser evidente. Aparece así un término fundamental en el discurso de Descartes: duda.
La primera regla del Método exige la duda. Para encontrar esa primera verdad evidente que nos pide la primera regla tendremos que eliminar todos aquellos supuestos conocimientos, ideas y creencias de los que no poseamos una certeza absoluta. La duda, que a partir de ahora llamaremos metódica pues nace de la primera regla del Método, se convierte en una herramienta para encontrar certezas.
La duda metódica, precisamente por ser instrumento para la búsqueda de la verdad, se distingue de otros tipos de duda que se han concebido en la historia de la Filosofía. Nos referimos a la duda escéptica. El escepticismo es una forma de pensamiento que considera imposible el conocimiento. La duda que emerge del escepticismo no tiene meta, ni objetivo. Muy al contrario la duda cartesiana es solo un medio para alcanzar un fin, que no es otro que el reconocimiento de verdades evidentes.
Además la Duda es teorética, es decir, se aplica solo al ámbito del conocimiento, de lo teórico y no a lo práctico, a las costumbres, a la moral. Por último, la Duda debe ser radical: debe ser exhaustivamente aplicada a todos los niveles posibles del conocimiento, desde los más superficiales a los más profundos. Encontramos siguiendo esta gradación tres etapas distintas en la aplicación de la duda.
En primer lugar, aplica Descartes la duda a los conocimientos o creencias que provienen de los sentidos. Dando lugar a lo que se ha llamado la Falacia de los sentidos. Los sentidos a veces se equivocan. Como ocurre por ejemplo cuando algún viajero sufre un espejismo en medio del desierto creyendo ver un oasis donde no lo hay. Basta, piensa Descartes, con que me hayan inducido a error una vez para que no pueda fiarme de ellos, más aún si el propósito es hacer una ciencia absolutamente segura. Si me engañan una vez lo pueden hacer más veces. Debe dudar de ellos, el conocimiento que me transmiten no es evidente.
El segundo ámbito de la Duda afecta a aquello que consideramos comúnmente real. A este nivel de la Duda lo denomina Descartes: la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño. ¿Podemos estar seguros de aquello que consideramos real? Ciertamente, hay ocasiones en que en sueños se nos muestran hechos, de tal forma, que nos parecen verdaderos, reales. Hay veces que confundo sueño y realidad. En consecuencia, no puedo tener una certeza absoluta de las cosas que considero reales. Lo que tomamos por realidad es también dudable.
En último lugar, Descartes amplía los horizontes de la duda hasta los propios razonamientos. De hecho hasta los más inteligentes pueden equivocarse al realizar operaciones sencillas. Por tanto nuestros razonamientos no son del todo seguros. Estamos siempre sometidos a la posibilidad de error. En su obra Las Meditaciones Metafísicas añade Descartes añade Descartes otro motivo para dudar de nuestros razonamientos o de las ideas que creemos que son evidentes: la Hipótesis del Genio Maligno. Hay ciertos conocimientos que consideramos evidentes, como las demostraciones matemáticas (2+2=4). Pero, y si existiera un ser superior a nosotros que se dedicara a manipular nuestra mente haciéndonos tomar por ciertos y evidentes algunos pensamientos que en realidad no lo son. ¿Podemos demostrar que no existe este Genio Maligno? No, entonces cabe la duda.
Descartes no pretende, en ningún momento, afirmar que todo lo que dicen los sentidos sea falso, o que no existe la realidad, o que hay por ahí un Genio maligno manipulando nuestras mentes, lo que pretende Descartes es, solamente, sembrar la duda, que no aceptemos precipitadamente nada como verdadero sin antes haber comprobado su evidencia.

El Cógito y la Res Cogitans

Descartes ha extendido la duda a todos los ámbitos del conocimiento buscando una verdad evidente. Sin embargo, no ha obtenido resultados, solo duda. El fracaso, hasta el momento, en esta búsqueda de la verdad evidente parece incitarlo al escepticismo (no es posible el conocimiento).
Descartes se encuentra en una situación en la que duda de los sentidos, duda de la realidad, duda de las demostraciones matemáticas, duda de todo. Pero en el hecho mismo de dudar, ¿no hay ya una certeza? Es indudable que hay un yo, un individuo, que duda. Hay un sujeto que duda y piensa (independientemente de que lo que piense sea erróneo). Ahora bien, para pensar ¿no es necesario primero existir? Si no se existe no se puede dudar. Por tanto, no se puede dudar de la existencia del sujeto que duda. De aquí extrae Descartes su primera verdad evidente: pienso, luego existo (- Cogito ergo sum - en Latín).
Descartes ha encontrado, por fin, la primera verdad evidente, capaz de resistir cualquier duda por radical que sea. El Cogito es la primera piedra a partir de la cual construir el edificio del conocimiento. Todas las demás verdades que ayuden a levantar este edificio tendrán que poseer las mismas características del Cogito. Así, Pienso, luego existo, se convierte en modelo de toda verdad, en criterio de verdad. Todas las ideas que aceptemos como verdaderas tendrán que presentarse de la misma manera que el Cogito. ¿Cómo se presenta el Cogito? Pues como una idea evidente, es decir, clara y distinta. Para que una idea pueda ser considerada verdadera tendrá que presentarse a nuestra mente de forma clara y distinta: perfectamente comprensible en todo sus extremos y distinguible de cualquier otra idea. Toda idea que se perciba con igual claridad y distinción será verdadera.
Descubre Descartes todavía algo más gracias al Cogito ergo sum: la Sustancia Pensante (Res Cogitans – en Latín). El pienso luego existo no solo demuestra la existencia de un sujeto que piensa, sino que nos habla de la naturaleza, de las características de ese sujeto. Esa primera realidad de la que Descartes ha demostrado su existencia se caracteriza por pensar. Su actividad primordial, la que fundamenta su experiencia es el pensamiento. Es un ser cuya naturaleza consiste en pensar. Además afirma Descartes que este ser nada tiene que ver con el cuerpo, que el cuerpo es algo completamente distinto de él. Puedo fingir que no tengo cuerpo y sigo existiendo, pero no puedo fingir que dejo de pensar y seguir existiendo. Ese yo, o alma, es la Res Cogitans y su atributo (característica principal) es el pensamiento.

Las Ideas

Tiene ya Descartes su primera verdad y el criterio para identificar adecuadamente las nuevas. Sin embargo, el Cogito no implica la existencia de ninguna otra verdad. Que sea cierto que pienso no quiere decir que lo que piense sea verdadero.
Descartes no encuentra ninguna otra verdad más allá del Cógito. Se cierne entonces sobre su filosofía el peligro del solipsismo. El solipsismo del yo consiste en que el yo no puede demostrar ninguna otra verdad mas allá de su propia existencia. Se queda, digámoslo así, atrapado en sí mismo, sin poder descubrir ninguna verdad exterior a su pensamiento.
Descartes debe superar esta dificultad sin recurrir a nada más que a su propio pensamiento. De su existencia es de lo único que está seguro. Por tanto solo queda un camino a seguir: indagar cuales son los elementos que componen el pensamiento para intentar descubrir en ellos alguna vía que le permita escapar del solipsismo.
Descartes distingue tres elementos que participan en el pensamiento. En primer lugar, el yo que piensa, del que ya está demostrada su existencia; en segundo lugar, el objeto que es pensado, cuya existencia es dudable; pero hay algo más, en tercer lugar están las ideas de los objetos pensados. El yo no posee en su pensamiento el objeto pensado, sino una representación de él: una idea. El pensamiento piensa ideas. El objeto del pensamiento no es la realidad en sí misma sino las ideas.
Descartes sigue esta nueva línea de investigación con la esperanza de encontrar en la ideas el camino que le lleve a la salida del solipsismo descubriendo alguna realidad extramental (mas allá del yo). En su estudio de las ideas distingue tres tipos:
- Adventicias: son las ideas que provienen de la experiencia externa (ejemplo: árbol).
- Facticias: son ideas construidas en la propia mente a partir de otras ideas (ejemplo: unicornio).
Estos dos tipos de ideas no son útiles, para el propósito de Descartes de encontrar una verdad exterior a la mente. Las ideas que proporcionan los sentidos ya sabemos que no son fiables (duda). Las Facticias solo son un constructo mental.
- Hay un tipo de ideas que no provienen de la experiencia, ni son producto de la combinación de ideas, por tanto, han debido estar siempre alojadas en nuestra mente. Son las ideas innatas. El pensamiento las posee en sí mismo (ejemplo: perfección. No viene de la experiencia externa, ni resulta de la combinación de otras ideas)
Las ideas innatas son una de las piezas clave del pensamiento de Descartes, y de todo el Racionalismo. La creencia en la ideas innatas permite a los racionalistas concebir la posibilidad de construir el edificio del conocimiento sin necesidad de recurrir a la experiencia sensible.

Dios y Mundo

Descartes se centra ahora en el análisis de las ideas innatas. Más concretamente presta toda su atención a una de estas ideas: la idea innata de Infinito que Descartes equipara con la idea de Dios. Infinito o Dios es una idea innata ya que no la captamos por la experiencia, ni puede tampoco surgir de otras ideas, pues de lo finito, no puede nacer lo infinito. A partir de esta idea innata de Dios, Descartes va a intentar probar, mediante tres argumentos, la existencia de Dios.
El primero de los argumentos a favor de la existencia de Dios es conocido como el argumento Gnoseológico. Viene a decir lo siguiente: Poseemos en nuestra mente la idea de Dios. Esa idea es la de un ser superior a nosotros. ¿Cómo puede estar esa idea en mi si yo soy un ser inferior a ella? No podemos decir que ha surgido de la nada, pues de la nada, nada aparece, ni tampoco podemos afirmar que salga de nosotros, pues de lo inferior no puede surgir lo superior, de lo imperfecto no nace lo perfecto. Por tanto, la única respuesta posible es que alguien la haya introducido en mí. ¿Quién? Pues un ser con una naturaleza tan elevada como la propia idea en cuestión, es decir, Dios.
El segundo argumento es el Causal. Yo conozco perfecciones que no poseo. Pero si yo existiera sólo e independiente hubiera escogido para mí todas las perfecciones. Esto no es así, no poseo todas las perfecciones. Por tanto, no soy la causa de mi mismo. Luego debe existir un ser que posea todas esas perfecciones y del que yo dependa.
El último argumento tiene una larga tradición filosófica. Lo formuló primero San Anselmo de Canterbury, y es conocido como el argumento de San Anselmo u Ontológico. Todos los hombres poseen la idea de Dios. Lo conciben como el ser más perfecto. Un ser así debe existir, pues si no existiera le faltaría algo, no sería perfecto. Al ser perfecto no le puede faltar la perfección de la existencia. Por tanto, Dios existe.
Con la demostración de la existencia de Dios hemos logrado el objetivo tan ansiado por Descartes: salir del solipsismo. Hallamos con Dios una realidad extramental, una segunda sustancia: la Sustancia Infinita o Res Infinita.
Descartes posee ya dos verdades indudables: el yo, la Sustancia Pensante, y Dios, la Sustancia Infinita. Pero ¿y los objetos, lo material, el mundo? Hasta ahora nada sabemos con seguridad sobre ellos. Nos los enseñan los sentidos pero de ellos no nos podemos fiar. Para demostrar la existencia del Mundo Descartes tendrá que apoyarse en la Sustancia Infinita, en la naturaleza de Dios.
Dios, que es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que nos engañemos en una creencia tan esencial para nosotros como que el Mundo existe. Dios, por su naturaleza bondadosa y veraz, se convierte en garantía de que a mis ideas adventicias les corresponde un mundo extramental. Pero esto no quiere decir que todas las ideas que yo tengo sobre el mundo sean exactas y verdaderas. Dios es garantía solo de la existencia de un Mundo constituido por extensión y movimiento, pero otras características secundarias como forma, tamaño, color, etc no están garantizadas. Corresponderá a la razón humana dilucidar sobre esas cuestiones. Dios es el aval de la existencia de la tercera sustancia, la Sustancia Extensa o Res Extensa, cuyo atributo, es precisamente, la extensión.
Por otra parte, la demostración de la existencia de Dios hace imposible la hipótesis del Genio Maligno. Dios, en su bondad, no va a dejar que un ser de esas características manipule nuestras mentes llevándonos al error. Por tanto, si esta hipótesis es descartada, la evidencia de las verdades de la lógica y la matemática está salvaguardada.
Con la aceptación de la Res Extensa han salido a la luz las tres sustancias en las que según Descartes se estructura la realidad. Descartes define sustancia como “toda cosa que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir”. Sin embargo, esta definición, tomada literalmente, solo se adecua a Dios. El Yo y el Mundo dependen de Dios que es su creador. No obstante, Descartes sigue manteniendo el apelativo de sustancia para la Res Cogitans y la Extensa, para insistir en si independencia.

martes, 4 de enero de 2011

Vocabulario de Tomás de Aquino

VOCABULARIO FILOSÓFICO
STO. TOMÁS DE AQUINO


1.- Verdad Divina = Alta verdad = cosas divinas = “Bien más alto” = Bien superior = Bienes espirituales/eternos = verdades inmortales y divinas = principios evidentes = primeros principios: término tomista por el que se indica aquel conocimiento verdadero que el hombre puede conocer y alcanzar por medio de la fe (luz sobrenatural) que hace referencia a la causa primera incausada responsable de la existencia de todo el orden natural. Este conocimiento de la causa primera es evidente por sí mismo; sin embargo, la naturaleza humana es finita y sin la ayuda de Dios, el hombre no los podría alcanzar para asegurarse la contemplación de la Verdad total y con ella la felicidad.

2.- Razón natural = Razón = entendimiento humano = saber humano: términos usados por el autor para hacer referencia a la vía de conocimiento natural que posee el hombre en virtud de la cual puede conocer sin ayuda de Dios y de su gracia (iluminación) el orden natural de las cosas (el mundo físico), con la intención de alcanzar la comprensión de las causas segundas que gobiernan este mundo. El proceso de conocimiento lo explicaría por medio de la teoría de su “maestro”: la teoría aristotélica de la abstracción. La verdad de su conocimiento reside en la evidencia de lo conocido y la virtud en su empleo sólo se consigue por medio de la repetición constante convertida en hábito.

3.- Inspiración divina/sobrenatural: término con el que el autor se refiere a aquel conocimiento que procede de Dios y que éste nos proporciona para facilitarnos el acceso a la Verdad completa al conocerlo a él y por tanto al conocer la causa primera de la existencia de todo el orden natural.

4.- Dios = sustancia superior: término identificado con la sustancia o único ser o ente que posee, además de los atributos habituales adscritos a él, la peculiaridad de coincidir en él la existencia y la esencia, siendo por tanto, el único ser que sólo necesita de sí mismo para poder existir, sin depender causalmente de ningún otro ser.

5.- La verdad: expresión tomista por la cual debe entenderse todo el ámbito de lo natural y lo sobrenatural, de forma que el conocimiento verdadero sólo se obtendrá por medio de la necesaria colaboración entre la razón y la fe, ya que a través de la primera se obtiene el conocimiento de las causas segundas y por medio de la segunda, el conocimiento de la causa primera (Dios).

6.- Filosofía = metafísica: disciplinas tomadas por Sto. Tomás como instrumentos o vías de conocimiento que nos llevan a darnos cuenta de los dos tipos de seres existentes: por un lado, Dios como la sustancia, como aquel único ser que para existir sólo necesita de sí mismo y por otro lado, los seres contingentes o criaturas de Dios, que serían seres cuya existencia depende del concurso ordinario de Dios.

7.- Ciencia = investigación racional: término usado por el autor para hacer referencia al conjunto de disciplinas usadas por el hombre con la finalidad de acceder al conocimiento de las causas segundas que gobiernan el funcionamiento del mundo y de sus fenómenos, siendo este conocimiento totalmente compatible con el conocimiento de la causa primera obtenido por medio de la fe.

8.- Alma: término tomista tomado del planteamiento aristotélico con la peculiaridad de que para Sto. Tomás el alma sería necesariamente inmortal y siendo éste el vehículo para la contemplación final directa de Dios. Para Sto. Tomás, el alma realizaría las mismas funciones previstas para ella por Aristóteles: vegetativa, sensitiva y racional.

9.- Fe: término tomista que hace referencia a aquella luz sobrenatural de la razón que con la ayuda y guía de Dios nos lleva al conocimiento de él como causa primera incausada, llevándonos al conocimiento total de la verdad (compatible con el conocimiento de las causas segundas accesibles por medio de la ciencia). La verdad del conocimiento obtenido por la fe tiene su fundamento y garantía en la fuente de la cual procede este conocimiento: Dios (el cual no nos podría nunca engañar). Y la virtud en este conocimiento sólo se conseguiría por medio de la ayuda de Dios y nunca por medio de la repetición convertida en hábito.

10.- Virtud: término usado por Sto. Tomás para hacer referencia al modo de realizar de forma excelente las acciones propias de la razón (entendimiento) que nos llevaría al conocimiento de las causa primera (Dios), así como las acciones propias de la fe que nos llevaría a completar nuestro conocimiento al poder conocer la causa primera de todo lo existente (la creación divina y el orden natural).

11.- Sustancia inferior = Naturaleza humana: expresión tomista por medio de la cual se hace referencia a aquellos seres cuya naturaleza consiste en depender de otra sustancia más perfecta que ellas para poder existir: nos referimos a las criaturas de Dios o seres contingentes (nosotros). Estos seres se caracterizan por poder conocer el orden natural (naturaleza) sin ayuda de Dios pero necesitándola para poder obrar bien, con el fin de poder garantizarse el acceso a la felicidad eterna.

12.- Ley Natural: expresión usada por el autor con el fin de mostrar cuál debe ser el origen de aquellos preceptos y normas que deben ser elaboradas por los hombres para vivir en Sociedad construyendo así la llamada Ley positiva. Este Ley tiene su origen en Dios y en sus mandatos que vertidos y tomados como modelos para la convivencia en la sociedad, nos asegurarían la consecución de la virtud por parte de los hombres y con ella garantizarles la consecución de la felicidad.

13.- Ente, ser y no-ser: términos usados por el autor con el fin de a través de su estudio filosófico y metafísico poner de manifiesto los tipos de seres existentes y creados por Dios: todos son entes (entidades) que necesariamente poseen un ser (esencia) y se distinguen en función de ese ser o esencia de modo que; Dios posee como esencia la peculiaridad de no depender de nadie para existir, mientras que los demás seres creados por él tienen como esencia el depender precisamente de él para poder existir.
(Este vocabulario ha sido tomado de la web del Colegio de Santo Tomás de Aquino)

Modelo de examen. Tomás de Aquino. Línea Ético-política

MODELO
STO. TOMAS DE AQUINO
(LÍNEA ÉTICO-POLÍTICA)

Texto:
La ley natural es consecuencia de la naturaleza humana. Y la naturaleza humana, aunque múltiple en sus partes, es una en cuanto al todo. Por consiguiente, o es uno solo el precepto de la ley natural, en virtud de la unidad que posee el todo de la naturaleza humana, o son muchos, por razón de la multitud de partes de la misma, y en este caso hasta las inclinaciones del apetito concupiscible habrían de pertenecer a la ley natural.

Tomás de Aquino, Suma contra gentiles, I.

1) Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor del texto elegido.

Este texto pertenece al filósofo medieval Sto. Tomás de Aquino nacido en el año 1225 en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, siendo hijo del Conde de Aquino y el más pequeño de los varones entre doce hermanos, y fallecido en el año 1274 en el camino entre Nápoles y Roma, cuando se dirigía al Concilio de Lyon, en el Monasterio cisterciense de Fosanova. Y a su obra, “Suma contra los gentiles”, donde el autor, junto con otra de sus “Sumas” expone principalmente todo su pensamiento filosófico y teológico, convirtiéndose al mismo tiempo en uno de los libros de texto más importantes de la Filosofía Escolástica y compuesta por cuatro libros. Filósofo representativo y cumbre de la filosofía escolástica que durante su corta vida realizaría una de las mayores síntesis filosófico-teológicas de la historia, entregando su vida a la búsqueda de la verdad y a la unión mística con Dios. Por su parte, el siglo al cual pertenecen autor y obra, el siglo XIII se caracterizaría por el apogeo de la Escolástica y la importancia filosófica de Aristóteles en el contexto filosófico del momento. Respecto a otras obras del autor, podemos citar algunos de sus “Comentarios” como por ejemplo, los “Comentarios a la Sagrada Escritura” o los “Comentarios a Aristóteles” y por supuesto la otra gran “Suma”, la “Suma Teológica”.


Histórica y culturalmente, el siglo XIII se va a caracterizar por las constantes luchas entre el Imperio y el Papa, ganando finalmente la batalla éste último y acumulando el poder no sólo espiritual sino también material y convirtiéndose así en el mayor poder de Occidente. Por otra parte, Sto. Tomás de Aquino se movería en un ambiente donde las herejías no se toleraban, siendo castigadas con penas civiles e incluso con la muerte. Socialmente, existe la mentalidad de una estratificación social basada en la voluntad divina: por él, unos son príncipes, otros obispos y otros vasallos. Finalmente, el reparto de poderes también obedece a unos designios divinos, ya que él se lo ha dado a unos para que lo ejerzan: rebelarse contra éstos es rebelarse contra el mismo Dios.

Filosóficamente, el siglo XIII va a ser uno de los más fecundos en la medida en que el apogeo de la Escolástica se va a materializar en la aparición de distintas corrientes filosóficas que van a estar centradas en el estudio de Aristóteles. En primer lugar, frente a esta importancia medieval de Aristóteles, estaría, como consecuencia de la etapa medieval anterior, el agustinismo platónico, que se caracterizaría por negar la separación entre la Fé y la razón (Teología y Filosofía), por mantener un dualismo antropológico basado en dos substancias distintas (alma y cuerpo), por defender un predominio de la voluntad sobre el entendimiento en el campo de la Ética, por sostener un Hilemorfismo en cuanto a la explicación ontológica de la realidad y por desconfiar de la pruebas físicas de la existencia de Dios a favor del argumento ontológico de San Anselmo. El más representativo sería San Anselmo de Canterbury. Por su parte, el aristotelismo medieval sería defendido por una multitud de distintas interpretaciones.

En primer lugar, nos encontraríamos con el Aristotelismo Averroísta (cuya principal figura filosófica sería Averroes)que defendería como tesis principales la existencia de un “motor inmóvil” como principal causa del movimiento mecánico del Universo, la mortalidad y caducidad del alma (en contra de la opinión habitual mantenida por los griegos) y la defensa de una doble verdad (la de la fé y la de la razón). En segundo lugar, nos encontraríamos con el Aristotelismo Tomista (representado por Sto. Tomas de Aquino) que se caracterizaría por las siguientes tesis: la negación de la eternidad del mundo, la afirmación de la inmortalidad del alma y la negación de una doble verdad.

2) Comentario del texto:
Apartado a) Explicación de las expresiones subrayadas.


Ambos términos e encuentran tan relacionados que la definición de uno conlleva la definición del otro. Por ley natural entendemos todos aquellos preceptos y normas que deben ser tenidos en cuenta por la Ley positiva y que hacen referencia a la propia naturaleza humana que se manifiesta individualmente en cada uno de los hombres y que hunden sus raíces en las tendencias e inclinaciones humanas que nos llevan a conservar nuestra propia existencia (como sustancia), procrear y cuidar de la prole (como animal) y buscar incesantemente la verdad, la justicia y la felicidad (como humanos).

Apartado b) Exposición de la temática del mismo.

La temática del presente texto versa sobre la unidad y universalidad de la Ley natural a pesar de que ésta encuentra su manifestación en la multiplicidad de los individuos que tienen en común dicha naturaleza humana, en la cual es también contemplada como parte de esa Ley natural todo aquello que pertenece a la multiplicidad de los individuos y que precisamente los hace distintos unos de otros: sus inclinaciones.

Apartado c) Justificación desde la posición filosófica del autor.

En íntima relación con la felicidad, durante esta época los filósofos retomarían de nuevo el tema político y ético como campos obligados de estudio donde indagar la manera práctica y efectiva de actuar del hombre con el fin de conseguir garantizarse dicha felicidad en esta vida y también en la otra, tras la muerte.

En este sentido, nuestro autor, Sto. Tomás de Aquino no se quedaría al margen de dicho debate llegando a adoptar posturas que retornarían a posturas ya clásicas como la defendida por algún que otro sofista, como por ejemplo Hippias.

El punto de partida del planteamiento del autor se centra en la defensa del concepto aristotélico de felicidad, entendida como perfeccionamiento y plenitud humana que se consigue a través del desarrollo virtuoso de aquello que nos resulta específico a nuestra especie: en el caso del hombre, el desarrollo y perfeccionamiento de nuestra capacidad racional. En este sentido, el punto de partida tomista se basaría en defender, nuevamente, el concepto finalista o teleológico y aristotélico de felicidad.

Pero, ¿cómo se puede llegar a ella?. Sto. Tomás afirmaría que necesariamente compaginando dos facetas inseparables para la vida humana: la ética y la política. En este sentido, volvemos a defender el ideal clásico de Platón o del mismo Aristóteles. El planteamiento tomista partirá, por tanto, de la afirmación de una doble Ley (incurriendo así en un parecido con los planteamientos sofistas en este campo): por una lado, una ley natural y por la otra, una ley positiva.

En primer lugar, por ley natural, Sto. Tomás de Aquino entiende aquellas normas que tengan como fin el desarrollo de la naturaleza humana y que por tanto nos permitirán conseguir la anhelada felicidad. Unas normas que deben atender a las tendencias naturales o necesidades inherentes al ser humano y de las que él mismo es consciente. Necesidades que en la medida en que sean cubiertas o tendencias que sean desarrolladas permitirán el acceso del hombre a la felicidad. En ese sentido, esta Ley natural debe permitir la conservación de la existencia del hombre (como sustancia), garantizar la procreación y el cuidado de los hijos (como animal) y finalmente la búsqueda de la verdad y la garantía de la justicia (como se racional).

Esta ley, a juicio de Sto. Tomás de Aquino, posee una serie de propiedades tales como la evidencia, la universalidad y la inmutabilidad de las mismas. Universalidad en tanto que la Ley afecta necesariamente a todo ser humano como individuo perteneciente a una especie y por tanto a una generalidad. Inmutabilidad en la medida en que no puede estar sujeta a variaciones temporales o culturales sino que estarían entroncadas en la propia naturaleza humana y en su relación con la felicidad. Finalmente, evidente porque debe ser fácilmente cognoscible para todo ser humano para que sea factible el acceso de todos a la felicidad.

Pero, una vez definida la naturaleza humana y sus tendencias y la relación que con ellas mantiene la felicidad, ¿cómo conseguirla?. La respuesta de Sto. Tomás no podría ser de otra manera: a través de la Ley positiva. Esta ley resulta ser totalmente necesaria para posibilitar la satisfacción de aquellas tendencias naturales del ser humano que le llevarían irremisiblemente a la felicidad. Una felicidad que únicamente podrá accederse en esta vida a través de una comunidad social a través de la convivencia reglada por unas normas positivas creadas y consensuadas por los hombres.

En este sentido, podríamos decir que nuestro autor volvería a planteamientos clásicos de corte platónico o aristotélico en el sentido de afirmar que el hombre es social por naturaleza. En la misma línea, nuestro autor coincidiría con Hippias al afirmas que tal ley, la ley positiva, serviría para prolongar la ley natural en tanto que sus normas hacen posible el cumplimiento de la ley natural. Consecuentemente, la ley positiva debe respetar la ley natural.


3) Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de su actualidad.

En cuanto a la temática planteada en el presente texto de Sto. Tomás de Aquino, la relación de fundamentación entre la ley natural y la propia naturaleza humana, podemos encontrar ciertas similitudes con otros planteamientos filosóficos, tales como los desarrollados en la filosofía clásica por los sofistas e incluso por el mismo Platón y Aristóteles.

En cuanto a los sofistas, en el seno de este movimiento encontramos una similitud con el planteamiento de Hippias. Éste autor defendería, al igual que Sto. Tomás, la necesidad de relacionar la Ley positiva con la Ley natural teniendo cono base la propia naturaleza humana. Hippias defendía que tal necesidad residía en el hecho de poder garantizar de este modo que tales leyes positivas y creadas artificialmente por los hombres no se convirtieran en injustas al ir en contra de aquella naturaleza humana, la cual se encontraría representada por la mismísima ley natural. En concreto, Hippias mantenía la necesidad de atemperar la ley positivas con la Ley natural.

Dentro del mismo movimiento filosófico, nos encontramos un punto de vista totalmente opuesto representado por Protágoras. Por su parte, este autor defendía la necesidad de elaborar una ley positiva totalmente al margen de la ley natural tal y como Hippias la entendía. La razón de este planteamiento opuesto residía en que para Protágoras, la ley natural lejos de ser considerada como aquellas tendencias naturales del hombre, era visto como la situación de guerra de todos contra todos, provocado por un ser humano que al margen de toda ley y castigo dejaría rienda suelta a sus más bajos y animales instintos. En este sentido, para Protágoras la ley positiva se convertiría en el freno adecuado y positivo para la ley natural.

Por último, existe una cierta similitud con los planteamientos clásicos platónico y aristotélico al defender Sto. Tomás que la felicidad sólo se alcanza a través de una necesaria vida social por medio de la cual, el hombre al desarrollar su naturaleza especifica alcanzaría dicha felicidad.
(Este modelo ha sido tomado de la web del Colegio Santo Tomás de Aquino)

Modelo de examen. Tomás de Aquino. Onto-epsitemológica

MODELO
STO. TOMAS DE AQUINO
(LÍNEA ÓNTICO-EPISTEMOLÓGICA)

Texto:

“Es también necesaria la fe en estas verdades para tener un conocimiento más veraz de Dios. Únicamente poseeremos un conocimiento verdadero de Dios cuando creamos que su ser está sobre todo lo que podemos pensar de Él, ya que la sustancia divina trasciende el conocimiento natural del hombre, como más arriba se dijo. Porque el hecho de que se proponga al hombre alguna verdad divina que excede a la razón humana, le afirma en el convencimiento de que Dios está por encima de lo que se puede pensar”
Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, I, 5.

1) Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor del texto elegido.

Este texto pertenece al filósofo medieval Sto. Tomás de Aquino nacido en el año 1225 en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, siendo hijo del Conde de Aquino y el más pequeño de los varones entre doce hermanos, y fallecido en el año 1274 en el camino entre Nápoles y Roma, cuando se dirigía al Concilio de Lyon, en el Monasterio cisterciense de Fosanova. Y a su obra, “Suma contra los gentiles”, donde el autor, junto con otra de sus “Sumas” expone principalmente todo su pensamiento filosófico y teológico, convirtiéndose al mismo tiempo en uno de los libros de texto más importantes de la Filosofía Escolástica y compuesta por cuatro libros. Filósofo representativo y cumbre de la filosofía escolástica que durante su corta vida realizaría una de las mayores síntesis filosófico-teológicas de la historia, entregando su vida a la búsqueda de la verdad y a la unión mística con Dios. Por su parte, el siglo al cual pertenecen autor y obra, el siglo XIII se caracterizaría por el apogeo de la Escolástica y la importancia filosófica de Aristóteles en el contexto filosófico del momento. Respecto a otras obras del autor, podemos citar algunos de sus “Comentarios” como por ejemplo, los “Comentarios a la Sagrada Escritura” o los “Comentarios a Aristóteles” y por supuesto la otra gran “Suma”, la “Suma Teológica”.


Histórica y culturalmente, el siglo XIII se va a caracterizar por las constantes luchas entre el Imperio y el Papa, ganando finalmente la batalla éste último y acumulando el poder no sólo espiritual sino también material y convirtiéndose así en el mayor poder de Occidente. Por otra parte, Sto. Tomás de Aquino se movería en un ambiente donde las herejías no se toleraban, siendo castigadas con penas civiles e incluso con la muerte. Socialmente, existe la mentalidad de una estratificación social basada en la voluntad divina: por él, unos son príncipes, otros obispos y otros vasallos. Finalmente, el reparto de poderes también obedece a unos designios divinos, ya que él se lo ha dado a unos para que lo ejerzan: rebelarse contra éstos es rebelarse contra el mismo Dios.

Filosóficamente, el siglo XIII va a ser uno de los más fecundos en la medida en que el apogeo de la Escolástica se va a materializar en la aparición de distintas corrientes filosóficas que van a estar centradas en el estudio de Aristóteles. En primer lugar, frente a esta importancia medieval de Aristóteles, estaría, como consecuencia de la etapa medieval anterior, el agustinismo platónico, que se caracterizaría por negar la separación entre la Fé y la razón (Teología y Filosofía), por mantener un dualismo antropológico basado en dos substancias distintas (alma y cuerpo), por defender un predominio de la voluntad sobre el entendimiento en el campo de la Ética, por sostener un Hilemorfismo en cuanto a la explicación ontológica de la realidad y por desconfiar de la pruebas físicas de la existencia de Dios a favor del argumento ontológico de San Anselmo. El más representativo sería San Anselmo de Canterbury. Por su parte, el aristotelismo medieval sería defendido por una multitud de distintas interpretaciones.

En primer lugar, nos encontraríamos con el Aristotelismo Averroísta (cuya principal figura filosófica sería Averroes)que defendería como tesis principales la existencia de un “motor inmóvil” como principal causa del movimiento mecánico del Universo, la mortalidad y caducidad del alma (en contra de la opinión habitual mantenida por los griegos) y la defensa de una doble verdad (la de la fé y la de la razón). En segundo lugar, nos encontraríamos con el Aristotelismo Tomista (representado por Sto. Tomas de Aquino) que se caracterizaría por las siguientes tesis: la negación de la eternidad del mundo, la afirmación de la inmortalidad del alma y la negación de una doble verdad.

2) Comentario del texto:

Apartado a) Explicación de las expresiones subrayadas.


Dios, como tradicionalmente ocurría en el marco del pensamiento medieval, Sto. Tomás lo entiende como aquel ser que no necesita de nada más que de sí mismo para existir. Es decir, aquella causa incausada o “causa sui” de la que depende ontológicamente todas las “creaturas” divinas. Dios constituye en sí mismo ese orden sobrenatural que lógicamente es causa del efecto: el orden natural. Un orden natural al que accedemos por medio del conocimiento natural o racional (sin ayuda de Dios) que es concebido por nuestro autor como aquella operación del entendimiento que conoce las causas segundas que rigen los fenómenos del orden natural y cuya veracidad se basa en la evidencia de lo conocido por este medio (sin que Dios lo tenga que fundamentar o garantizar) y cuyo ejercicio virtuoso sólo se consigue por medio de la repetición.

Apartado b) Exposición de la temática del mismo.

El tema de este texto versa sobre una prueba usada por nuestro autor para justificar no sólo la existencia de Dios sino igualmente otra vía de conocimiento (al margen del conocimiento natural y racional del hombre) como la fe, a través de la cual todo aquello que queda fuera del alcance de nuestro conocimiento racional es proporcionado (y por tanto iluminado) por Dios. Por lo que consecuentemente, si tenemos ese conocimiento (la fe) también debe existir la fuente (Dios). No obstante, tenemos que resaltar la dependencia de Sto. Tomás con respecto a San Anselmo dada el enorme parecido que existe entre la estructura lógica de este texto y el argumento usado por aquel: Dios existe porque no podemos pensar otra cosa o entidad más perfecta que él (en palabras de Sto. Tomás “Únicamente poseeremos un conocimiento verdadero de Dios cuando creamos que su ser está sobre todo lo que podemos pensar de Él”.


Apartado c) Justificación desde la posición filosófica del autor.

La justificación de esta temática se encuentra en la postura filosófica mantenida por Sto. Tomás de intentar conciliar ambos modos de conocimiento (razón y fe) para el conocimiento de la verdad y la unión con Dios. Pero una conciliación que es justificada por este autor en base a dos conceptos claves muy relacionados: verdad (que nos llevaría a ver su teoría ontológica de claro corte creacionista) y la felicidad (con el que nos adentraríamos en su análisis del pecado original y sus consecuencias morales para el hombre)

Debemos adentrarnos primero en su teoría ontológica por medio de la cual nos expone su visión de la realidad con fuertes connotaciones religiosas. Este autor defendería una visión creacionista de la realidad (como no podía ser de otra manera) donde veía, por un lado, un nivel natural formado por aquellos fenómenos naturales, analizados e investigados fundamentalmente por la ciencia, y por aquellos seres inferiores que habían sido creados directamente por Dios y que dependían de él directamente para su existencia. Unos seres que serían tradicionalmente llamados seres contingentes, y entre los cuales el hombre ocuparía un lugar privilegiado al ser el único creado a imagen y semejanza de Dios.

Para Sto. Tomás, este orden llamada orden natural se regía por unas causas llamadas causas segundas que sólo podíamos conocer por medio de la razón o luz natural de la razón. Un conocimiento propio del hombre y que no dependía de Dios. Justamente por medio de esta razón se podía conocer una parte de la verdad en forma de verdades de razón o verdades naturales.

Sin embargo, la realidad no se agota en el orden natural: existe también el orden sobrenatural formado por aquella causa primera o causa sui, identificada con Dios, que es la responsable de la existencia de orden natural y que se relaciona con la sabiduría, la felicidad , la perfección y la salvación necesaria para todo hombre.

Este orden sobrenatural estaría sólo al alcance de la fe y con ella completaríamos el conocimiento de toda la verdad posible sobre la realidad por medio de las verdades de fe o verdades reveladas o verdades sagradas.

Por eso, y tras lo expuesto, la primera conclusión a la que llegamos es que tanto la razón como la fe poseen ámbitos propios de conocimiento pero que indudablemente deben colaborar entre sí.

La razón de esta mutua colaboración defendida por Sto. Tomás no estriba sólo en el ámbito de la verdad sino también, y quizás mucho más importante para el hombre, en el ámbito de la salvación del alma humana. Una salvación que debe ser buscada y que tiene su origen en el pecado original.

Para nuestro autor, la existencia del hombre parte en un estado que él llamó estado de inocencia o de justicia original y que nos explica cuál fue la situación de partida del hombre antes del pecado original. Con tal expresión el autor se refiere al momento de la existencia del hombre en el paraíso tras su creación dotado de una serie de dones dotados a él por Dios. Unos dones naturales con los que le proporcionaba las capacidades cognoscitivas necesarias para poder conocer el mundo sin necesidad de ayuda divina. Otros dones, los dones sobrenaturales con los que Dios se aseguraba darle aquellas capacidades que lo mantuvieran en contacto con él para evita así el pecado y obrar siempre de una forma recta y virtuosa. Y finalmente, otros dones llamados dones preternaturales con los que el hombre se aseguraba, en caso de perder los dones sobrenaturales, poder volver a estar en contacto con Dios y así asegurarse su salvación.

Sin embargo, tal situación idílica se truncaría como consecuencia del pecado original. Un pecado que analizado por nuestro autor provocaría en el hombre la pérdida de aquellos dones sobrenaturales que le mantenían en contacto directo con Dios y por tanto su capacidad de tender al bien de una forma constante se vería muy dañada. Eso implicaba que ahora el ser humano podía conocer sin ayuda de Dios el orden natural pero a la hora de actuar necesitaba ayuda que lo guiara por el camino correcto de la virtud y poder así salvarse. Y es aquí donde llega la fe, la iluminación divina, la gracia divina con la que Dios ilumina el camino de nuestra salvación.

Es así como finalmente Sto. Tomás de dos formas distintas pero complementarias justifica la necesidad de colaboración entre la fe y la razón.

Una razón que es entendida como el conjunto de operaciones del entendimiento (aquí se ve la influencia aristotélica) que conocen el orden natural y donde la verdad de lo conocido por ella se basa en la evidencia. Una razón que se consigue desarrollar únicamente por medio de la repetición, del hábito (nuevamente se ve la influencia de Aristóteles con su teoría del la virtud como el justo término medio). Por su parte, la fe es entendida como aquella operación del entendimiento que está guiada por Dios y donde la verdad de lo conocido por la fe reside en la fuente de dicho conocimiento: Dios. Un Dios que no nos permitiría engañarnos tomando algo como verdadero cuando es falso o viceversa. Una fe que conseguimos desarrollar virtuosamente sólo por medio de la obediencia a lo comunicado por Dios. Hablamos en ese sentido de una virtud teologal.

En este sentido, resulta comprensible las conclusiones a las que llega Sto. Tomas y que se basan en los siguientes puntos:

1.- La razón y la fe poseen ámbitos de conocimiento propios: el primero el orden natural y el segundo el orden sobrenatural.
2- Por medio de la razón obtenemos el conocimiento de las verdades de la razón y por medio de la fe conocemos las verdades de la fe o verdades sagradas o reveladas. Junto con estas verdades, Sto. Tomás afirma la existencia de dos tipos más de verdades: los preámbulos de fe (necesarios para la salvación humana y accesibles por medio de la razón o de la fe) y los artículos de fe (dogmas de fe sólo accesibles por medio de la fe)
3.- En caso de contradicción entre la fe y la razón, debemos creer en la fe, en l a medida en que nuestra razón pudiera equivocarse pero Dios no.
4.- La razón ayudará a la fe haciendo más comprensibles los dogmas de fe mientras que los dogmas de fe ayudaran a la razón como criterio extrínseco de validez de sus conocimientos.

3) Relación del tema elegido con otra posición filosofica y valoración razonada de su actualidad.

Con respecto a la temática planteada en el texto acerca de la necesaria complementariedad de la razón y la fe como dos vías de conocimiento humano para alcanzar el conocimiento de la verdad, podemos ver planteamientos semejantes cerca así como fuera de su momento histórico y filosófico. En primer lugar, advertimos un gran parecido en la postura agustiniana que se pone de manifiesto en la sentencia que afirma “creer para comprender y comprender para creer”. Una sentencia agustiniana que está íntimamente relacionada con el desarrollo de su teoría de la iluminación donde defiende la existencia de tres niveles cognoscitivos que nos acercarían al conocimiento de la Verdad que anida en nuestro interior en forma de todos aquellos arquetipos que estando en la mente divina y usados por él para la creación, son alojados por él mediante su gracia en nuestro alma para proporcionarnos el camino al padre, al origen y con ello a nuestro autoconocimiento y al conocimiento del todo, de toda la creación junto con el origen y la fuente de ella; Dios. El conocimiento se convierte en un necesario proceso de introspección en busca de la Verdad que anida en el interior del hombre.

En lo que respecta a posturas contrarias, la Edad Media comenzaría a tocar su fin con planteamientos filosóficos (junto a determinados acontecimientos históricos) que tendrían como principal representante al nominalismo de Guillermo de Occam. Contrariamente a lo defendido por Sto. Tomás con su Teología Natural, Occam afima la necesidad de limpiar la correcta imagen de Dios totalmente desdibujada por la imagen que él dio el propio Sto. Tomás al afirmar que al hombre le era posible dar argumentos racionales que probaran la existencia de Dios (sus famosas cinco vías). Para Occam Dios sólo puede ser conocido por la fe, dejando a la razón sólo para el conocimiento intuitivo de lo sensible y en ningún momento capacitada para alcanzar el conocimiento de Dios de una forma directa o indirecta. Sólo existe Dios y sus criaturas y en medio no existe nada en forma de esencias o ideas al más puro estilo platónico. En ese sentido, Occam no admitirá como posible la existencia de los preámbulos de fe.

Para finalizar, sería necesario recordar la similitud que encontramos en ciertos aspectos de la teoría tomista acerca de la razón y su naturaleza. Las verdades de la razón son creíbles a nuestro entendimiento y no susceptibles de ser juzgadas como falsas en la medida en que éstas se nos muestran evidentes. Una evidencia que posteriormente seria utilizada en los inicios de la modernidad de la mano de Descartes cuando afirmaba que toda aquella idea que se presentara evidente debía ser considerada como cierta e indudable.


La valoración de la actualidad de tales planteamientos medievales me lleva a afirmar mi coincidencia con las posturas tomistas y agustinianas en parte. En parte porque si hay una colaboración de la razón con la fe en la medida en que en base a un análisis racional y científico de la armonía y estructura del universo nos hace pensar en la necesidad de un inteligencia ordenadora o creadora del mismo. Una inteligencia que se escapa a la compresión racional humana de la misma, pero que nos abre la puerta de lo trascendente y de lo misterioso. Puerta que indudablemente tendremos que pasar con la ayuda de la fe. Y es en ese punto el que coincido con Occam al ver como única vía de acceso a Dios la fe y no la razón.
(Este modelo ha sido tomado de la web del Colegio Santo Tomás de Aquino)

Vocabulario de Descartes

VOCABULARIO FILOSÓFICO
R. DESCARTES

1.- Dios: término filosófico fundamental en el pensamiento cartesiano identificado con aquella idea innata de una substancia infinita con la perfección como atributo principal y que en el sistema cartesiano se convierte en el “garante” de la verdad, de la evidencia, de la certeza; en definitiva, de la claridad y distinción de todo el conocimiento humano.

2.- Precipitación: término con el que Descartes alude a uno de los dos errores cometidos habitualmente por algunos ingenios y que son corregidos con la aplicación rigurosa y metódica de las reglas que Descartes expone en la segunda parte de su obra “Discurso del método”.

3.- Prevención = Precipitación

4.- Conocimiento cierto: expresión cartesiana que hace referencia a aquel conocimiento humano evidente y verdadero caracterizado por su claridad y distinción. Un conocimiento tal que para Descartes nunca podría proceder de los sentidos y sí de la razón, que se convertiría así en el Tribunal capaz de garantizar la veracidad de nuestros conocimientos cuando operara deductiva y metódicamente, quedando en última instancia siempre garantizada por la bondad infinita de Dios.

5.- Verdadero método: expresión que Descartes utiliza para caracterizar aquel método de naturaleza deductiva que él propone en la segunda parte de su obra “Discurso del método” y que siendo una opción personal, usándolo adecuadamente evitaría la prevención y la precipitación, asegurándonos así la certeza indubitable de los conocimientos adquiridos.

6.- Clara y distintamente: expresión fundamental en el planteamiento epistemológico cartesiano con el que el autor hace referencia a aquellas dos cualidades necesarias para que nuestras ideas y conocimientos sean verdaderos. La claridad la entendería como aquella cualidad inherente a una idea cuando ésta se presente a una mente atenta sin dificultad alguna. Por su parte, la distinción se refiere a la necesidad de que tal idea se muestre a nuestra mente de modo diferente a otras evitando así cualquier confusión.

7.- Espíritu: término cartesiano con el que se designa aquella sustancia finita que sólo existe por el concurso ordinario de Dios, de naturaleza contingente y cuya esencia o naturaleza sólo reside en pensar. Nos referimos a la sustancia pensante o “res cogitans”, identificada por el áureo habitualmente por los términos alma, yo y razón.

8.- Razón = Espíritu

9.- Verdaderos (según el contenido del texto): cualidad de aquellos conocimientos o ideas que son ciertos y evidentes, pero donde deberíamos tener en cuenta dónde reside el fundamento u origen de la veracidad de tales conocimientos. Podríamos hablar, en primer lugar, de la tradición o podríamos hablar igualmente, en segundo lugar, del planteamiento cartesiano, en cuyo caso, tal veracidad se fundamentaría en la claridad y distinción de esos conocimientos.

10.- Opiniones: término con el que designa aquel conjunto de conocimientos e ideas carentes de validez, certeza y veracidad, que tienen su origen en el sentido común, en el uso de los sentidos no juzgados por el tribunal de la razón.

11.- Ciencias: término con el que el autor designa aquellas disciplinas que por aquella época, tradicionalmente, se consideraban paradigmas del conocimiento científico: las matemáticas y lógica. Ciencias cuyo conocimiento obtendría Descartes a raíz de su formación altamente escolástica en los años de permanencia en el colegio jesuita de la Flechè.

12.- Lógica, Álgebra y Geometría: ciencias o modelos paradigmáticos de conocimiento científico que contribuirían a la elaboración cartesiana de aquel método que nos asegurara fundamentar deductivamente la veracidad de nuestro conocimiento.

13.- Entendimiento = ingenio = (Razón, Espíritu y Alma). En este caso concreto, se añadiría los siguiente: término con el que concretamente el autor expresa la facultad de pensar (ya sea deductivamente como intuitivamente) de tal sustancia.

14.- Evidentemente = Clara y distintamente = Certeza = Verdadero

15.- Conocimiento verdadero = Conocimiento cierto = Indudable = Conocimiento = Conocer

16.- Yo /”Yo era” = Sustancia pensante = Espíritu

17.- Esencia = Ser = Naturaleza: término y expresión cartesiana con la que se designa el atributo principal que caracteriza a cada sustancia, proporcionándole no sólo aquello por lo cual esa sustancia es lo que es y distinta del resto de las sustancias, sino que al mismo tiempo, en su conocimiento reside la veracidad del mismo sobre tal sustancia. Serían tales esencias las que nos permitirían distinguir las dos sustancias afirmadas por Descartes: la substancia infinita (Dios) y las substancias finitas (alma y cuerpo).

18.- “Mí ser”: expresión cartesiana con la que el autor nos acerca al momento culmen en el cual el propio Descartes intuitivamente accede al principio de su filosofía: al conocimiento verdadero y evidente de su existencia como sujeto cuya naturaleza sólo reside en el hecho de pensar. En este sentido, con esta expresión nos acercamos al atributo de la “res cogitans” (el pensamiento) y en segundo lugar, como el propio Descartes afirmaría, al criterio de certeza de todos sus conocimientos: a saber, la claridad y distinción con la que ese dato intuitivo se le ha mostrado a su atento ingenio.

19.- Duda = Dudar: término fundamental en el planteamiento filosófico cartesiano y que tiene cabida en aquel método propuesto y adoptado por el autor como opción personal que se detalla en la segunda parte de su obra “Discurso el método”. Con la duda, no sólo nos podemos referir a aquella manifestación o modificación del pensamiento como atributo principal o esencia de la sustancia pensante, sino igualmente al acto racional que debe ser llevado a cabo en la primera fase de la aplicación del método antes citado con la intención de conseguir nuevos conocimientos deductivamente ciertos. Tal acto dubitativo se encuentra en la regla de la evidencia, donde se nos dice que hay que someter a un proceso de análisis y síntesis aquellos conocimientos que no se nos muestren claros y distintos.

20.- Deducir: término que adquiere un significado especial e importante dentro de la metodología cartesiana. Tras una evolución personal que lo llevaría a abandonar un modelo renacentista y pasando por su proyecto de la “Mathesis Universalis”, Descartes propondría como método científico el ya conocido método Hipotético-Deductivo. Éste, junto con el otro famoso método cartesiano, propuesto en la segunda parte de su obra “Discurso del Método”, que ninguna relación mantiene con el anterior, comparten, sin embargo, un elemento que los caracterizará: su naturaleza deductiva. La veracidad de nuestro conocimiento se fundamentará en el correcto uso del tribunal de la razón que se someterá a una cadena deductiva de razonamientos por los cuales obtendremos la validez de nuevos conocimientos a partir de otros ya conocidos o bien de otros que inicialmente se muestran dudosos.

21.- Imaginación: facultad que en el sistema cartesiano está asociada a la elaboración de un determinado tipo de conocimientos: las ideas facticias, entendidas como aquellas ideas, aquellos conocimientos que elaborados por medio de la imaginación y tomando como base las ideas adventicias, nutren a la mente de un conocimiento que en todo caso resulta dudoso.

22.- Sentidos: término con el que se designa el modo primigenio a través del cual el hombre adquiere un conocimiento o conjunto de ideas, que nacen de sus múltiples sensaciones y que son identificadas por el autor como ideas adventicias. Tales ideas son dudosas y carentes de validez en tanto que no se muestran de forma clara y distinta, pero que sin embargo, y rompiendo un tópico muy racionalista, dicha información no tiene por que ser abandonada: sólo deberá ser sometida al tribunal de la razón como único depositario de la garantía de la validez de nuestros conocimientos.

23.- Paralogismos: término usado por Descartes en un momento de su proceso dubitativo metódico y que sirve para poner de manifiesto la omnipotencia de la razón, al afirmar que los errores de esta en sus demostraciones son sólo producidos por el engaño que ésta sufre de manos de algún geniecillo maligno que utiliza y gasta toda su industria e ingenio en hacer que la razón tome por verdadero aquel razonamiento que es falso y viceversa. En ese sentido, por paralogismo podríamos entender aquel razonamiento que aparentemente resulta verdadero cuando no lo es.

24.- Pensar: término con el que se identifica la esencia o atributo personal de aquella sustancia finita que para existir sólo necesita del concurso ordinario de Dios y que nuestro autor identifica con términos como alma, razón o espíritu.

25.- Falso: término cartesiano que usamos para identificar la cualidad que poseen determinados conocimientos e ideas que no se presentan de forma clara y distinta, y que habitualmente quedan relacionados con las ideas adventicias y facticias.

26.- Escépticos: término con el que se hace referencia histórica a uno de los movimientos filosóficos aparecidos en la filosofía helénica. Inaugurado el movimiento por Pirrón de Elis, los escépticos, en busca de la felicidad y entendida ésta como ataraxia (imperturbabilidad de ánimo) usaban la epojè (suspensión del juicio sobre algo o ejercicio de la duda) sobre todo aquello que les causara la más mínima perturbación anímica. Así el ejercicio de la duda se convertía en algo constante pero con ciertas connotaciones destructivas, en la medida en que se renunciaba a una búsqueda de aquello que perturbaba precisamente por su desconocimiento. Aunque en Descartes, está presente dicho ejercicio dubitativo, éste se manifiesta de forma contraria al movimiento escéptico: lejos de renunciar a lo desconocido, él se adentra en ello con el fin de transformarlo en conocimiento verdadero. Así, la metodología cartesiana es escéptica pero de forma únicamente provisional.

27.- Sustancia: término de naturaleza metafísica que en el sistema cartesiano adquiere un significado distinto del tradicional. La sustancia cartesiana puede entenderse como una transformación o alteración conceptual de sistema metafísico-teológico tradicional heredado de la Escolástica: es decir, la creencia en una única substancia (Dios) que crea a las restantes criaturas divinas o seres contingentes. La necesidad del primero contrastaría con la contingencia del segundo grupo. Por su parte, Descartes, aceptaría la definición tradicional de Sustancia infinita (Dios) como aquel ser que para existir sólo necesitad de sí mismo. Sin embargo, a los seres contingentes les proporcionaría la categoría de sustancia, aunque fuera de una forma finita y entendiéndola como aquel ser cuya existencia necesita del concurso y participación ordinaria de Dios. Aquí se encontrarían el cuerpo y el alma. Es con este término con el que Descartes lleva a cabo no sólo la Fundamentación metafísica de su propio método científico, sino también la defensa de una determinada visión mecanicista del universo reducible a tres tipos de entes: Dios, el pensamiento y la materia.

28.- Cuerpo: término referido a una de las dos sustancias finitas usadas por Descartes para la Fundamentación metafísica de su método científico y para la defensa de una determinada visión mecanicista de la realidad centrada sólo en la existencia de tres tipos de entidades: Dios, el pensamiento y la materia. Materia que en el caso de su visión antropológica (visión sobre la naturaleza y estructura del ser humano) quedaría identificada con el cuerpo, caracterizado éste por su esencia (la extensión) y por sus modos o manifestaciones parciales de dicha esencia, siendo una de ellas fundamental para entender la realidad física: el movimiento. Un cuerpo donde inevitablemente estaría alojada el alma en una supuesta glándula que posteriormente la Medicina nos ha dado a conocer como “glándula pineal”.

29.- Omniperfecto: término que designa una de las cualidades inherentes a aquella substancia infinita que para existir sólo necesita de sí misma y que es la causa primera e incausada de las dos restantes sustancias finitas (alma y cuerpo). Cualidad a la que inductivamente Descartes llega basándose en las perfecciones que de modo limitado se presentan en el hombre. Dad su naturaleza contingente, tales perfecciones no pueden venir del mismo hombre, sino más bien de aquel foco de perfecciones que en ningún momento podrían darse de forma limitada: Dios.

30.- “Idea de un ser más perfecto”: expresión con la que Descartes hace referencia a una de las ideas innatas, claras y distintas que la razón posee y a la que la misma razón cartesiana ha llegado deductivamente partiendo de la primera certeza metafísica que se le presenta de forma intuitiva, clara y distinta: su existencia como una sustancia pensante. Precisamente, la duda y por tanto el error son propios en la naturaleza del conocimiento humano. En ese sentido, aquel conocimiento verdadero e indubitable que poseemos no procede de nosotros, sino que más bien es garantizado por otro. Por aquel en cuyo pensamiento no existe el error: Dios. Así, de la conciencia de error como atributo del pensamiento humano, Descartes llegara a afirmar otra certeza metafísica: la necesidad de la existencia de Dios. Una existencia que el propio Descartes argumentará al modo medieval usando los argumentos de S. Agustín, Sto. Tomás y S. Anselmo. En concreto esta expresión hace referencia al argumento del último usado por Descartes para tal fin.

31.- Ideas: término cartesiano muy relacionado con aquellas certezas metafísicas que sustentarían su particular visión de la realidad así como con los contenidos y actos mentales que la razón humana puede albergar. En lo referente al primer caso, hablaríamos de aquellas tres ideas innatas (Dios, alma y cuerpo). En el segundo, hablaríamos de aquellos actos mentales por medio de los cuales opera el pensamiento, siendo todos los actos e ideas iguales. En cuanto, a las ideas como contenidos mentales, éstos diferirán en función de su origen: ideas adventicias (sentidos), facticias (imaginación) e innatas (razón)

32.- “Ideas de Dios y alma”: expresión cartesiana con la que se nos pone en contacto con las ideas innatas de la substancia infinita (Dios) y una de las substancias finitas (alma). Estas ideas debe ser consideradas como las dos primeras certezas metafísicas obtenidas por Descartes y que junto con la tercera (la existencia de la materia) formarían su sistema metafísico que nos proporcionaría una visión mecánica de la realidad física totalmente compatible con la libertad, el pensamiento y Dios.

33.- Certeza metafísica: expresión cartesiana que hace referencia a aquellos principios evidentes, verdaderos y ciertos, que siendo claros y distintos nos proporcionan un esquema sustancial que nos permite interpretar la realidad como una realidad física caracterizada por el extensión y el movimiento compatible con el pensamiento y la libertad ajena e independiente de la materia y un Dios Omniperfecto e infinitamente bondadoso. Con tales certezas, descubiertas deductivamente a partir de la primera intuición (“cogito, ergo sum”) nos referiríamos a la famosa teoría cartesiana de la realidad y de sus tres substancias.
(Este vocabulario ha sido tomado de la web del Colegio Santo Tomás de Aquino)

Modelo de examen. Descartes

MODELO
DESCARTES
(LÍNEA ÓNTICO-EPISTEMOLÓGICA)

Texto:

El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda.
El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente.
El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los objetos más simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive un orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros.
Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir nada.

R. Descartes, Discurso del Método, II


1) Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor del texto elegido.

Este texto pertenece a Descartes, filósofo francés nacido en La Haya (Francia) en el año 1596 y fallecido en el año 1650 y a su obra “Discurso del Método”. Descartes ha de ser considerado tópicamente como uno de los responsables de la modernidad y de su filosofía, y por supuesto el máximo responsable de la revitalización del idealismo y racionalismo. Debe ser recordado, tal y como él pretendía por sus contribuciones científicas, de entre las cuales destacaríamos el intento de elaborar un nuevo método filosófico que garantizase la objetividad y validez universal de todos sus conocimientos en íntima conexión con el método matemático. Es, sin embargo, su gran legado para la Historia de la Filosofía la Teoría de las tres substancias formulada con la única intención de fundamentar filosóficamente aquel método y que tendría como origen el “cogito cartesiano”. Respecto a la obra a la cual pertenece el texto, titulada “Discurso del método y de la recta conducción de la razón y de la búsqueda de la verdad en las ciencias” sería publicada como obra independiente en 1936, estando ya preparado mucho antes como prefacio o prólogo de una obra publicada póstumamente titulada “Mundo o Tratado de la Luz”, encontrándose la causa de tal modificación en las repercusiones en el ambiente intelectual de la condena de Galileo por la Santa Sede. Escrita de forma autobiográfica, consta de seis partes bastantes inconexas donde podríamos considerar como partes fundamentales la segunda y cuarta parte, donde respectivamente, nuestro autor hace referencia a su método y a la fundamentación metafísica del mismo que se encontraría en el ya aludido “cogito”. Por su parte y respecto al siglo, se caracterizaría por ser una siglo de gran convulsión política e intelectual, donde se desarrollaría intensamente el pensamiento filosófico devenido en gnoseología y epistemología teniendo como telón de fondo las continuas guerras religiosas que azotarían la Europa del siglo XVII.


Históricamente, llamaríamos la atención sobre el acontecimiento más cercano temporalmente a Descartes: la Guerra de los treinta años. Tras ésta se sucederían acontecimientos políticos que desdibujarían continuamente el mapa de Europa: Muere Felipe III, Richelieu se convierte en presidente del Consejo Real en Francia, Luis XII declara la Guerra a España, se produce la Rebelión de Portugal y Cataluña contra Felipe V, se produce una guerra civil en Inglaterra entre el rey y el parlamento. Así llegaríamos finalmente a la Paz de Westfalia con la acabaría la guerra de los treinta años al tiempo que se declaraba la libertad religiosa en Alemania y la independencia de Portugal.

Culturalmente, desde la filosofía asistimos al nacimiento del racionalismo y empirismo moderno de la mano de pensadores como Descartes y Locke. Dos teorías ontoepistémicas que dibujarán las dos líneas fundamentales del desarrollo de la filosofía hasta la llegada del Idealismo transcendental Kantiano al que se subirán pensadores tales como Pascal, Spinoza, Malebranche o Hobbes y que crearán el marco filosófico bajo el cual se desarrolla la ciencia moderna llevada a su culminación con las aportaciones de Galileo y Newton, pero sólo posible por las contribuciones de otros científicos y filósofos importantes presentes ya desde el Otoño de la Edad Media: Occam, Bacon, Copérnico, Brahe, Kepler, entre otros. Una ciencia moderna que de desarrollaría a través de varios campos (la física, la matemática, la metodología de la ciencia, la química o la medicina), pero que encontraría en la Astronomía aquella disciplina paradigmática en la que es sumamente palpable la revolución científica de la modernidad. Una revolución que partiría del Renacimiento donde bajo una férrea defensa de la libertad de pensamiento, el paradigma aristotélico-ortodoxo sería sustituido por el paradigma renacentista como paso previa para la definitiva legada del mecanicismo moderno. En otro ámbito, la existencia de Descartes tendría lugar en un momento de gran pérdida para la cultura y la Humanidad dada las continuas muertes de personajes de la talla de Góngora, Cervantes, Moliére, Lope de Vega, Rubens o Quevedo.

2) Comentario del texto:
Apartado a) Explicación de las expresiones subrayadas.

Claridad y distinción son para Descartes las cualidades de todo pensamiento o idea que se muestra con tal grado de evidencia que resulta totalmente indudable. Claridad en tanto que ese pensamiento se muestra a una mente atenta sin dificultad alguna. Distinción cuando resulte imposible confundir eses pensamiento con otro de naturaleza similar. Características éstas de todo pensamiento que nos llevaría al conocimiento, por supuesto un conocimiento verdadero que tiene como base la intuición y por tanto la simple operación de la razón.

Apartado b) Exposición de la temática del mismo.

En este texto, Descartes enumera de forma detallada cada uno de los cuatro pasos (las reglas de su famoso método cartesiano) diseñado específicamente y de aplicación totalmente personal, necesarios para dirigir correctamente su pensamiento en la búsqueda de la veracidad de todos sus propios pensamientos y que tendría como regla fundamental la identificación del conocimiento verdadero y evidente con la intuición clara y distinta.

Apartado c) Justificación desde la posición filosófica del autor.

René Descartes debe ser considerado como uno de los filósofos más representativos de la filosofía moderna, en contra de su propia intención. Y decimos esto en la medida en que sabemos por referencias directas de él que su principal contribución a la historia del pensamiento debía encontrarse en el campo de la ciencia, y en concreto en su principal aportación científica: la elaboración de un método científico.

Pero aquí es donde entra en juego una de las obras más emblemáticas de la filosofía, en general, y del autor, en particular: el “Discurso del método y de la recta conducción de la razón y de la búsqueda de la verdad en las ciencias” (más conocida popularmente como el “Discurso del método”). Ésta fue presentada por el autor en el año 1637 como una obra independiente (siendo en su mayor parte el prólogo de la obra “Mundo o Tratado de la luz”) en donde se nos propone la búsqueda personal y metódica de Descartes en pos de la verdad.

Una búsqueda que tiene como punto de partida la duda de todos sus pensamientos en un intento de encontrar un criterio indudable que le permita distinguir lo verdadero de lo falso y sobre él cimentar en su mente un edificio de conocimiento verdadero e indubitable. Una duda cartesiana que se caracteriza por ser teórica (las costumbres no eran sometidas a duda), provisional (el ejercicio de la duda tenía como finalidad dejar de dudar), metódica (en la medida en que el método era la propia duda de aquello que no se presentara evidente a su mente) y universal (en la medida en que debía ser una duda que abarcara todos sus pensamientos sobre el exterior y sobre sí mismo, lo cual hacía de la duda una duda hiperbólica).

Descartes somete sus pensamientos a duda, con la intención de ordenarlos (tal y como afirma en la segunda parte del “Discurso del método”) de forma metódica. En primer lugar, la evidencia en la que el sujeto debe dudar de todos aquellos pensamientos que no se le presenten de forma evidente. En segundo lugar, el análisis donde todas aquellas ideas complejas (que no se nos muestran de un forma evidente) las analizamos y descomponemos en las ideas simples que las forman para así comprenderlas mejor). En tercer lugar, realizamos una síntesis donde volvemos a unir tales ideas simples que ahora nos posibilitan la comprensión evidente de la anterior idea compleja que ahora se nos muestra clara y distinta. Finalmente ealizamos una enumeración o revisión en la que realizamos el recuento de todos los pasos anteriormente dados con la intención identificar algún error en el análisis y síntesis de la idea.

Un método filosófico que el propio Descartes aplica a sus pensamientos, dudando primero de los sentidos como fuente fiable de conocimiento. En segundo lugar, pondría en tela de juicio la diferencia entre la vigilia y el sueño y la tópica idea de considerar que lo real es lo único que se encuentra en el estado de vigilia. Con ello, el mundo exterior al sujeto en puesto en duda.

Ya sólo queda dudar del sujeto. En primer lugar, los razonamientos matemáticos (ejemplo por aquel entonces de verdad incuestionable) son también sometidos al ejercicio de la duda. Existen algunos razonamiento que aunque parezcan verdaderos no lo son (paralogismos) y el engaño que sufre en este caso la razón es por la acción del genio maligno. El mismo genio que hará que el propio Descartes dude de su propia existencia como sujeto. Un genio que debe se entendido como una hipótesis de trabajo y no como una ser que existe realmente fuera de la mente del propio Descartes.

Pero una vez dudado de todo, sólo hay una idea, un pensamiento que se le presenta al propio Descartes de una forma evidente, cierta e indudable por su claridad (propiedad de un pensamiento que se presenta sin dificultad alguna a la mente que la piensa) y distinción (propiedad de un pensamiento que no se puede confundir con ningún otro): que existe como un sujeto pensante (“cogito, ergo sum”). Aquí Descartes se encuentra con su primera certeza tras la cual volverá a ser consciente de otros dos: la existencia en su mente de la idea de Dios y de la idea de extensión.

La idea de Dios que también se le presenta clara y distinta será la que lleve a Descartes a pensar en la posibilidad de la existencia de ese Dios fuera de su mente, para lo cual recurrirá a tres pruebas racionales que demostraran al necesidad lógica de la existencia de ese ser: los argumentos de S. Anselmo, S. Agustín de Hipona y la tercera vía tomista.
Demostrada la existencia de Dios, éste garantizaría aquello que antes el propio Descartes había sometido a duda: la existencia de una realidad externa a él. Ahora la existencia de Dios garantizaba la existencia de una realidad externa de la que el propio Descartes tenía una idea clara y distinta.

Sin embargo, aún podía quedar una sombra de duda: ¿y si todo lo que yo he pensado hasta ahora lo he tomado como verdadero y resulta ser falso por obra de otro engaño del genio maligno?. Imposible, puesto que Dios con su existencia hacía imposible la existencia probable de ese genio y por tanto de mi equivocación: todo aquello que mi mente conociera clara y distintamente resultaba indubitable. Así Dios se convertía en garante de la verdad.

Para finalizar, poner de manifiesto que tal consideración cartesiana de Dios como garante de la verdad fue duramente criticada por Arnauld en la medida en que a juicio de éste Descartes incurría en un círculo vicioso en esta última argumentación: Dios es al mismo tiempo una idea de la mente de Descartes y al mismo tiempo es el fundamento de la claridad y distinción con la que se presenta la idea que tiene Descartes del propio Dios. Se convierte en fundamento y fundamentado al mismo tiempo.


3) Relación del tema elegido con otra posición filosófica y valoración razonada de su actualidad.

Con respecto a la temática planteada en el texto acerca de la verdad y del conocimiento de ésta por parte del hombre, en contra de la postura cartesiana encontraríamos en la historia del pensamiento una larga tradición de pensadores que defenderían un mayor protagonismo de los sentidos del que afirma el propio Descartes.

Una tradición que comenzaría con el fenomenismo de los sofistas que les llevaría a negar, en contra de lo que por aquel entonces se afirmaba, la existencia de definiciones universales universalmente verdaderas e indubitables. Esta tradición, que pasaría por las manos del científico y filósofo Aristóteles (el cual aceptaría la primacía del conocimiento sensorial igualmente aceptaba la existencia de un concepto universal que se abstraía de los datos sensibles) nos llevaría de una parte a la defensa del conocimiento intuitivo de Occam por medio del cual se afirmaba que el conocimiento racional se basaba en el conocimiento sensible de lo individual, hasta que llegaríamos al empirismo británico clásico representado por J. Locke, G. Berkeley y D. Hume.

En cuanto al tercer, máximo representante de esta movimiento que llevaría hasta el escepticismo, no coincidiría, en cuanto a la primacía de los sentidos, con la postura cartesiana. Para Hume, al igual que el propio Aristóteles, no hay nada en la mente humana que previamente no provenga de los sentidos. En este sentido, el origen de nuestro conocimiento reside en nuestras propias experiencias que nos suministran impresiones que posteriormente llegarán a nuestra mente en forma de recuerdos de esas mismas experiencias más débiles y más perennes. Con tales ideas, la imaginación compone un nuevo conocimiento mediante unos mecanismos de asociación innatos en toda mente humana que Hume llamaría leyes de la asociación.


La valoración de la actualidad de tales planteamientos nos llevaría en primer lugar a ver una similitud entre el planteamiento cartesiano y el cientificismo que hoy por hoy sigue imperando en nuestra sociedad: nada que no se pase por el ojo del microscopio y de lo cual no se tenga una evidencia experimental, no se puede asegurar y por tanto entraría dentro del campo de la duda razonable, del escepticismo y en algunos de los casos en el campo de lo milagroso o religioso.

Ante esto, y en función de la postura cartesiana frente a los sentidos, éstos son necesarios, dudables o no, puesto que se convierten en la primera forma de contactar con todo aquello que nos rodea.

Finalmente, en relación con el planteamiento de Hume, lo considero todo un adelantado al nacimiento y posterior desarrollo de la Psicología, ya que dentro de este campo y en concreto en los estudios sobre el conocimiento y la percepción humana, la corriente más usada en la actualidad es la teoría de la Gestalt. Ésta afirma que la sensación nos nutre de sensaciones que posteriormente unificamos no de cualquier forma para la elaboración de un concepto que sirva para la unificación de tales sensaciones: me refiero a las Leyes de la percepción.
(Este modelo de examen ha sido tomado de la web del Colegio Santo Tomás de Aquino)

domingo, 2 de enero de 2011

Contexto Histórico-cultural-filosófico de Descartes

1. Contexto histórico. El siglo XVII es un período de crisis en Europa: La consolidación de los estados modernos, sus afanes imperialistas y la lucha por la hegemonía entre Francia, España, Holanda e Inglaterra, provocan grandes enfrentamientos entre ellos. A los que se unen las guerras religiosas que azotan Europa. Una buena parte de la vida de Descartes coincide con la Guerra de los 30 años entre los estados católicos y protestantes del imperio alemán que concluye con la Paz de Westfalia. Francia, al igual que el resto de las grandes naciones europeas de la época, se organiza como una Monarquía Absoluta, que llegará a su apogeo con Luís XIV y la identificación entre el monarca y el estado.

2. Contexto cultural. Si desde el punto de vista histórico el tiempo de Descartes es el siglo XVII, desde el punto de vista cultural su tiempo es el Barroco. Es esta una época cuyo tono general es pesimista. A este pesimismo contribuye en gran medida la confrontación teológica entre católicos y protestantes de la que hemos hablado antes y en la que Descartes participó. Otro rasgo cultural interesante de esta época es la invención y desarrollo de la imprenta. Este invento permite, entre otras cosas, que el ámbito de la cultura salga fuera de los círculos eclesiásticos (Monasterios, catedrales) haciéndose accesible a personas ajenas a la religión. De ahí también que el latín comience a no ser la lengua culta en exclusiva y se publiquen muchos libros en las lenguas nacionales.

3. Contexto filosófico. La vida de Descartes coincide con el final del Renacimiento. Desde el punto de vista filosófico, podemos decir que ya hacía algún tiempo que Dios había dejado de ser el centro de la preocupación filosófica como ocurría en la Edad Media. El hombre se convierte en el objeto principal de la filosofía y, especialmente, los temas relacionados con el conocimiento. La escolástica medieval basada en el realismo aristotélico entra en crisis principalmente por causa del Nominalismo de Ockham que supone la ruptura entre fe y razón. Este es el terreno en el que Descartes es considerado el fundador y principal representante de la corriente racionalista. Esta corriente toma como referencia la ciencia moderna (Galileo, Bacon, Kepler) y como modelo el método matemático. Además, como el propio nombre indica, conceden a la razón, el conocimiento teórico, una importancia radical, aceptando el innatismo de los principios esenciales del conocimiento y despreciando el conocimiento sensorial como fuente fiable. Leibniz, Spinoza y, por supuesto el propio Descartes son los principales representantes del Racionalismo. Históricamente, el Racionalismo encuentra su oposición en el Empirismo británico de Locke y Hume. Ellos, y especialmente Hume, representan la oposición radical a la filosofía cartesiana fundando una corriente que rechaza la existencia de ideas innatas y pone en la información sensorial, la fuente y el límite del conocimiento humano.

Comparación y actualidad de Descartes

El tema general del que trata el texto es el conocimiento, por tanto, intentaremos establecer relaciones entre la teoría del conocimiento de Descartes y las de otros filósofos.
Descartes afirma que la fuente del conocimiento es la Razón. La razón, por sí sola, puede alcanzar, si esta dirigida por un método correcto, todo el conocimiento. Es decir, la razón no necesita de nadie más para llegar al conocimiento ni de los sentidos, ni de la fe.
La exclusión de la fe del ámbito del conocimiento lo distingue de la filosofía medieval, y en concreto de Tomás de Aquino. Éste consideraba que la fe era un ámbito de conocimiento independiente de la razón, y que en los asuntos en que coincidían la razón debía dejarse tutelar por la fe. La razón tenía a la fe como guía. Si afirmaba algo contrario a las verdades de fe es que estaba equivocada y debía rectificar. La experiencia no es un elemento fiable para Descartes.
Los sentidos nos engañan a veces, por tanto, no se puede construir sobre ellos una ciencia rigurosa.
Platón expone una idea similar a Descartes sobre la razón. La razón es el instrumento de conocimiento del alma. Es la única instancia que nos puede conducir a la contemplación de las ideas, auténticas realidades, y entre ellas a la más elevada, la Idea de Bien que nos ilumina con la verdad y permite el conocimiento. Platón no sólo coincide con Descartes en su valoración de la razón, sino en su menosprecio de los sentidos como fuente del conocimiento. Éstos, ligados al cuerpo, sólo pueden mostrarnos el Mundo Sensible, lo material. La información que nos transmiten los sentidos no merece ser calificada como conocimiento, según Platón, es opinión vinculada a la percepción, no al conocimiento y la verdad.
Una opinión contraria a la de Descartes y Platón en este punto es la de los empiristas. Locke y Hume consideran que el origen y el límite del conocimiento es la experiencia. Todo nuestro contenido mental proviene originariamente de lo captado por los sentidos. Afirman también que no podemos denominar conocimiento a ninguna idea que no tenga una relación directa con la experiencia. No hay conocimiento más allá de la experiencia. No obstante, los empiristas no niegan un papel a la razón en el campo del conocimiento. La razón rige el tipo de conocimiento que los empiristas llaman Relaciones de ideas. A partir de las ideas simples, provenientes de la experiencia, se pueden crear ideas complejas y cadenas de razonamientos como hacen las ciencias formales (lógica y matemática). Sin embargo, el conocimiento sobre la naturaleza y la realidad depende de lo que llaman Cuestiones de hecho, inmediatamente ligadas a la percepción.
Lo expuesto hasta ahora desemboca necesariamente en criterios distintos sobre la verdad. Para Descartes para que una idea sea verdadera deberá presentarse en mi mente de forma evidente, es decir, clara y distintamente. Tal y como lo hace el “Cogito”, primera verdad y modelo para las demás. A partir de estas ideas evidentes y aplicando correctamente su método deductivo, estima Descartes que, se pueden obtener nuevos conocimientos igualmente ciertos.
Si tuviéramos que buscar un criterio de verdad en Platón éste estaría vinculado a la contemplación de las ideas, iluminadas por la verdad que aporta la Idea de Bien. Sólo cuando el alma mira las cosas iluminadas por la verdad obtiene conocimiento.
El criterio de verdad que propone Hume es radicalmente diferente. Para que una idea pueda considerarse verdadera debe provenir de una impresión previa. Una impresión es la huella que deja en nuestra mente una experiencia, que al ser recordada se convierte en idea. Una idea que no provenga de una impresión será producto de la fantasía, fe, etc, pero nunca conocimiento.
Por último otro elemento fructífero para la comparación es la cuestión de las ideas innatas. El innatismo es un elemento clave para los planteamientos racionalistas. Descartes sólo a través de estas ideas puede demostrar la existencia de Dios y salir del solipsismo del yo. Para Descartes existen unas ideas que no son adventicias, pues no provienen del exterior, ni facticias, pues tampoco han sido creadas por mí, son las ideas innatas que deben, por consiguiente, estar en mi desde siempre (infinito, perfección…).
Platón no habla de ideas innatas pero si afirma que poseemos desde siempre todo el conocimiento. Con la teoría de la reminiscencia explica como el alma, en su existencia anterior a la unión con el cuerpo, contempló las ideas y alcanzó el conocimiento. Por causa de su unión al cuerpo el alma olvidó. Defiende Platón, frente a los sofistas, que conocer es recordar lo que ya sabemos pero permanece olvidado.
El innatismo es criticado y combatido por los empiristas como una concepción errónea y superflua. Locke afirma que nuestra mente llega al mundo cono una tabula rasa (página en blanco) en la que es la experiencia la que irá escribiendo. Todo nuestro conocimiento proviene, por tanto, de la experiencia sensible.


Actualidad

La informática es la última expresión de la actualidad del proyecto cartesiano. Tanto es así que se habla de «mundo digital», de un mundo expresado únicamente con ceros y unos. ¡Es el ideal cartesiano! Cuando estamos frente a un ordenador estamos frente a lo que Descartes calificaría de modelo perfecto de conocimiento (y, por tanto, de mundo): un marco absolutamente axiomatizado en el que a partir de unos primeros principios se deduce todo lo demás. En un ordenador no hay contradicciones, no hay elementos que no se deduzcan de los principios establecidos. Si el programa no funciona es porque está mal diseñado. La deducción siempre es perfecta y la conclusión necesaria.

Hay otras ideas cartesianas que vuelven una y otra vez. Por ejemplo, la sospecha de que la realidad en la que el hombre se mueve no sea tal, sino una mera ilusión de los sentidos que nos aleja de lo real ha sido retornada por varias producciones cinematográficas. El argumento de la indistinción entre sueño y vigilia se refleja en la producción española de Alejandro Amenábar Abre los ojos. El director nos presenta el tormento en el que vive el protagonista incapaz de distinguir cuándo está viviendo y cuándo está soñando que vive. El argumento del genio maligno es actualizado en Matrix, producción que nos describe un mundo habitado por hombres que creyendo conocer a través de sus sentidos un mundo sensible, realmente sólo reciben impulsos eléctricos controlados por un poderosísimo sistema informático. Es decir, unos hombres a los que un genio maligno, reinterpretado como un inmenso ordenador, engaña, convirtiendo la realidad digital en la realidad que se impone y esconde la verdadera.